Las llegadas en este mercado de invierno de Carlos Tévez y Axel Witsel a la Liga China ha vuelto a poner en el centro del debate las incorporaciones que los equipos chinos están haciendo en los últimos tiempos. Más o menos desde que las grandes empresarios, como si siguieran los planes de su Gobierno, decidieron invertir en potenciar a los equipos del país.
Pero el debate ya no sólo se centra en las motivaciones competitivas que puedan encontrar en este torneo o de lo complicado o no que pueda resultar la aclimatación una vez superado el impacto cultural, sino en las cantidades de dinero que están decidiendo la llegada de jugadores europeos, sudamericanos o africanos para ser los jugadores determinantes de sus nuevos equipos.
Salarios que al aficionado de a pie puede escandalizar por la suma que alcanza 'sólo' por jugar a fútbol, nuevas tentaciones que compiten con los pudientes del Viejo Continente, lamentos de seguidores viendo como futbolistas con margen de rendimiento en Champions, por ejemplo, 'salen' de nuestra lista de partidos habituales.
Una visión un tanto egoísta que nos impide ver algo habitual en los tiempos modernos, ver como un torneo menor vive una inyección económica (habitualmente externa al propio fútbol) con el objetivo de provocar un crecimiento quizás antinatural, pero con una posibilidad de éxito que bien vale el esfuerzo.
A un nivel inferior lo vimos con el Brasileirao unas temporadas antes del Mundial de 2014. Diferentes empresas invirtieron mucho dinero, el suficiente para mantener a sus estrellas más tiempo del habitual, contratar a los mejores jugadores del Cono Sur e incluso repatriar a figuras descontentas pero con buenos salarios en el fútbol europeo.
China busca un papel con más peso en el panorama internacional dentro del fútbol, como si por la proporción de habitantes sólo sea cuestión de tiempo encontrar a 'su' Messi particular. Mientras tanto, crea un escenario donde ese futuro talento crezca rápido y con impacto: escuelas, más profesionalización y figuras con doble objetivo: enganchar a su público y elevar el nivel del jugador local.
Y tal vez no se haya hablado tanto, pero también en los banquillos apuestan por la experiencia de técnicos de éxito: Scolari, Pellegrini, Vilas Boas, antes Lippi... todos ellos tendrán la exigencia de ganar dejando un sello, pero de manera indirecta deben dejar una semilla, en sus jugadores y en el cuerpo técnico con el que hayan trabajado para que su aportación sea íntegra al desarrollo del fútbol en China.
Para que todo este idílico plan funcione es necesario que el dinero esté ahí de una forma que no esté vinculado al resultado a corto plazo, porque hasta con eso garantizado, no es fiable el compromiso del jugador aún pagándole un sueldo inimaginable en estos días en cualquier otro torneo.