Quedan pocas horas para que arranque la gran fiesta del fútbol europeo, la fase final de la Eurocopa cerrará el curso futbolístico y el debut de la anfitriona centrará la atención dadas las expectativas generadas entorno a Les Bleus y sus opciones, fundamentadas, de alzarse con el trofeo.
La excelente generación de jugadores que ha juntado Deschamps y el hecho de jugar en casa, recuerda mucho a los escenarios que se presentaron en 1984 y en 1998, los capítulos más gloriosos (junto a la Euro de 2000) de la historia del fútbol galo.
Equipos multiculturales, sobre todo los dos últimos que campeonaron, que fueron puestos como ejemplos de concordia y de inclusión a través del deporte que han dado paso a episodios más desagradables como los vividos en Sudáfrica 2010 con el conato de motín a bordo o más recientemente el affaire entre Valbuena y Benzema que le ha costado el puesto a este último, como si Francia se viera lo suficientemente confiada para prescindir del delantero más completo que fuera a tomar parte en el torneo por asuntos ajenos a lo meramente futbolístico.
Las bajas de jóvenes llamados a dar un paso adelante en este torneo como Laporte o Zouma junto a veteranos ilustres que debían hacer un último servicio a la patria como Makelele (qué rol tan útil le había encontrado Deschamps en los últimos partidos antes de su lesión) han sido pequeños baches en su camino, pero que sus sustitutos tomarán como la oportunidad de sus carreras.
Francia es candidata, pero algo menos que hace unas semanas. Esto abre mucho el torneo para selecciones con tantos recursos como la local, pero que se habían mostrado irregulares hasta esta altura de torneo como Alemania o España. Hasta anima a incluir a equipos con más acotación de nombres, pero igual de resolutivos como Inglaterra o Portugal.
Como habréis advertido, todo alrededor de Francia en esta Eurocopa me genera sensaciones encontradas: los meses sin jugar con tensión competitiva contra la ventaja de poder usar fechas oficiales para asentar el sistema; las bajas por lesión por la aparición de jugadores 'inesperados'; la ansiedad por tener que demostrar en casa ante la ambición de un grupo liderados por un Pogba que llega fino...
Y ver cómo Deschamps dirige lo futbolístico y gestiona lo anímico. Ya lo vivió hace casi veinte años y no se puede decir que aquella experiencia fuera mala.
Pero ¿qué detalles futbolísticos tiene esta Francia? Uno de los más llamativos era la alineación de Malelele con los centrales para dar una salida aseada con cuatro receptores (laterales más dos centrocampistas). La lesión del jugador del OM da paso a Kanté, con la misma capacidad de corregir y tapar, pero del que hay que estar pendiente de si se encargará de esa faena o recaerá sobre Cabaye (o Sissoko) o si se alternaría entre Matuidi o Pogba. Encomendar a un interior esa faena restaría a Francia la llegada o la ocasional rotura de líneas que provocan con su conducción. Incluso restarían espacio de maniobra a Payet si decide participar más por dentro.
También es menester remarcar que sin Benzema, la figura del 9 es clara, sin las alternativas que daba el jugador del Madrid como 10 ocasional. Y bien que le ha gustado a Deschamps la idea contando con Gignac como recambio: rematadores de área, que fijen defensas rivales para habilitar a los compañeros que aparezcan.
Todo parece ya asentado en Francia, sólo nos queda ver sus caras en el estreno al escuchar La Marsellesa.