No sé si a vosotros os pasa eso de que ves un partido de Champions, de los de rondas de vértigo, ya sea Cuartos o Semis y pensáis 'este va a ser el campeón'. Algo así despertó el año pasado el huracán blanco que arrasó Munich. El Madrid goleando en su casa a su 'bestia negra' no sólo impactó por el resultado sino por la crueldad con la que castigó al Bayern de Guardiola a base de contraataques.
El técnico catalán habló durante la previa y el post sobre la fantástica capacidad del equipo de Ancelotti para ser imparable cuando podía contragolpear.
De aquel partido, hace más o menos un año, tanto él como los que seguimos esto del fútbol con más o menos interés, se escribió y se habló mucho para llegar a un fin común más allá de lo adornado del análisis: Guardiola planteó mal ese partido y hasta la eliminatoria entera. Permitió que el Madrid caricaturizara el estilo que con tino había aplicado en su primer año en Baviera permitiendo largas y poco profundas posesiones a las que el Madrid respondía con vertiginosas transiciones ante un equipo muy expuesto. Todo lo que pasó después ya se sabe.
De cara a un nuevo desafío otra vez en semifinales de la Champions, el torneo que debe medir el éxito o el 'cumplir con el expediente' para el Bayern, el azar o las bolas calientes quisieron que el ambicioso proyecto muniqués fuera calibrado por el otro gigante del fútbol mundial. Al contrario que el Madrid del curso pasado, enfrentarse al Barcelona no debía encararse en la dirección de mostrar debilidad a la hora de correr al perder el balón (uno de los mejores puntos de inicio de debate en la previa de este choque de titanes, el control del balón).
Pero quizás con lo que no contaba Guardiola era con que este Barça de Luis Enrique haya alcanzado su mejor versión no preocupándose tanto por el control exagerado de la pelota y sí por generar situaciones en las cuales puedan explotar las cualidades de su tridente de ataque. El nuevo técnico azulgrana deshizo el trabajo de su amigo Guardiola con Messi devolviéndolo a la banda derecha hace algunos meses y junto a la recuperación física del argentino, ha reinventado la forma en la que el 10 culé vuelve a ser determinante en los partidos. A veces durante noventa minutos, otras durante un periodo de tiempo menor, pero siempre determinante al fin y al cabo.
O tal vez Pep sí que esperaba algo así y por eso quiso presentar 'continuas nuevas preocupaciones' al que fue su equipo: primero cerró con tres y presionó en la zona de gestación local. Con las bajas no debía tener la seguridad de poder imponerse en los duelos individuales y optó porque no se produjeran de inicio y, si el balón llegaba a su campo, un trabajado sistema de ayudas debía minimizar el riesgo de verse 'rasgado' por fuera como previa al 'apuñalamiento' por dentro.
Pudo contener durante más o menos una hora al ataque más en forma del mundo, pero ese sistema de vigilancia exigía lo suficiente como para no poder organizar ataques. Tropezó con la misma piedra que un año antes, cambió tanto al equipo (si bien hay que contar con las importantes bajas de este año) que volvió a acumular posesiones sin profundidad.
Y luego apareció Messi con su brillante cuarto de hora final, el tiempo en el que por fin pudo correr, para inventarse dos goles y dar otro a Neymar, para subir al marcador un 3-0 que quizás no sea lo más acorde en cuanto al equilibrio que desprendió este encuentro durante gran parte de su desarrollo pero que volvió a confirmar lo peligroso del equipo catalán en cuanto a su capacidad de definir si detecta el más mínimo error en cuanto a espacios para maniobrar.
No querría acabar este pequeño análisis sin mentar a Ivan Rakitic primero, por su maleabilidad en el centro del campo como conector entre un vigilado anoche Busquets y el frente de ataque, pero también como factor de equilibrio a la hora de cubrir los espacios que descuida Messi cuando aprovecha, curiosamente, las propias situaciones que crea el croata con sus movimientos para que él las explote con sus conducciones. No ha rendido mal el ex sevillista, pero en las últimas semanas parece que ha encontrado un rol que le sienta como un guante, algo fácil cuando el jugador con el que tienes que adquirir automatismo es Leo Messi.
Y Dani Alves. Desde hace meses, el eterno debate en el Barça en cuanto a rendimiento, pero que guste o no, es tan determinante en la forma de jugar del Barcelona como lo han podido ser Xavi, Messi o Iniesta en los últimos años.
Pero lo mejor de todo no ocurrió anoche, que lo pasamos bien, es pensar que queda un partido de vuelta, una semana para Guardiola trabaje con un objetivo doble: voltear un resultado primero y desactivar de manera permanente un ataque que no parece atravesar sino su mejor momento físico y de acierto, justo cuando se deciden los títulos. Suena apasionante.