Contar con los equipos más potentes del planeta invita a pensar que
en la recta final de cada temporada van a pelearse no sólo los títulos
locales, sino también la máxima competición continental. Pero parte del
encanto del fútbol reside en que sobre el césped no cuenta ni la
historia, ni los presupuestos, ni las diferencias en cuanto a
condiciones de los jugadores: todo se acaba reduciendo a cómo se
plantean los partidos para lograr tu objetivo y en la confianza y
entrega de los jugadores a la hora de llevarlo a cabo. Podemos
complicarlo más o menos o profundizar más en algunos puntos que lo
merecen, pero creo que acabaríamos llegando al mismo punto de partida.
Aún así, es útil para aprovechar el palo que se han llevado muchos al
ver que la final de Múnich no tendrá equipos de la Liga para señalar
algunos de los puntos que merece la pena tener focalizados a la hora de
explicar esta gran decepción.
Los rivales: Se hablaba de Bayern y sobre todo del
Chelsea como dos equipos de media tabla en España. Cierto es que el
equipo alemán sí que fue señalado como la alternativa al binomio español
en Champions, pero la manera en la que perdió la Bundesliga y las
peleas entre sus estrellas parece que le restaron potencial ante el gran
público. Olvidemos el fútbol doméstico porque en la Champions ningún
equipo llega a estas alturas de rebote, siempre hay algo detrás que le
hace merecedor o que le hace más peligroso de lo que nos imaginamos.
Repasando los dos partidos y el tiempo extra en el Bernabéu ¿alguien
se atreve a decir que hicieron peores encuentros que Barça y Madrid?
La gestión de las ventajas: Tanto Barça como Madrid
se presentaban en un escenario parecido, el de remontar una desventaja
mínima en casa, con el ‘pequeño hándicap’ de haberse enfrentado entre
ellos unos días antes con el desgaste que eso suponía. A la hora de
saber jugar con esa ventaja e incluso, si me permitís la expresión,
especular con ella, el Bayern y el Chelsea se mostraron mucho mejores
que Madrid y Barça porque no olvidemos que los dos equipos que
arrancaban eliminados el partido de vuelta lograron, durante algunos
minutos, estar directamente clasificados.
Mientras que el equipo de Guardiola acusó el gol de Ramires en el
descuento, el equipo blanco pareció contenerse en la segunda mitad de su
partido para asestar un golpe de gracia en la prórroga (tan arriesgado
como habitual en el equipo de Mourinho).
Euforia no es confianza: Parecía que incluso
partiendo de la desventaja, aquí nadie esperaba otra cosa que no fuera
un Madrid - Barça en Múnich. Había motivos visto los partidos de ida,
pero se vendió la piel del oso antes de cazarlo y estoy seguro de que,
aunque fuera por momentos, la euforia extrema pasó por la cabeza de los
jugadores de forma muy diferente. Mientras el Madrid quizás aún vivía la
resaca de ganar la Liga en el Camp Nou, los azulgranas se aferraban a
este partido para firmar un cuarto gran año de manera consecutiva.
Por contra nadie en el Chelsea o Bayern parecieron dar impresión de
venir con el trabajo hecho, dando no sólo una imagen de equipo
concentrado, sino también de saber muy bien lo que tenía que hacer ante
tan duros rivales.
Estrellas apagadas: Ojo, no es un palo a Cristiano
Ronaldo y Messi. Creo que hicieron por liderar a sus equipos, pero (más
allá de los goles del luso) no les salieron las cosas del todo bien. A
Messi da la sensación de haberle encontrado un remedio a la posición de
‘falso nueve’ sin olvidar la sensación de que le pesan las piernas en
una temporada en la que a penas a dejado de jugar en todas las
competiciones.
Y tras los generales, llegan quienes les escudan empezando por dos
jugadores a los que les quedan muchos partidos importantes todavía: Xavi
Hernández y Xabi Alonso. El primero se muestra pesado y fuera de forma,
lento en ejecución y poco resolutivo. Ya nos dijeron el año pasado que
Xavi no está para jugar cincuenta partidos al año, pero su recta final
de campeonato dista de la esperada. Por su parte, Alonso suma en la
destrucción y contención en el Madrid incrustado entre centrales y hasta
posibilita una salida inicial más limpia, pero parece que a costa de
perder el peso en la circulación. En el fondo es cómo el Madrid vive más
cómodo, con circulaciones vertiginosas donde no parece haber hueco para
el tolosarra.
Junto a ellos, Iniesta y Özil, que sin llegar a ‘suspender’ estos
exámenes, si que han sufrido el planteamiento del rival y han podido
emplearse con acierto a un ritmo intermitentes siendo sus equipos los
principales perjudicados.
Acción inesperada - reacción equivocada: Me da que
ni Guardiola ni Mourinho se esperaban recibir los goles que recibieron y
ante ese cambio repentino de escenario sus apuestas no surtieron
efecto: las del de Santpedor por erradas y las del luso por tardías. Lo
del Barça en estos últimos partidos ya lo desarrollamos algo más en la
entrada sobre el Clásico, no tiene efectivos para aprovechar que los
rivales le regalen las bandas. Sin Piqué para ejercer de ‘nueve de
emergencia’ en los últimos minutos usó a Keita como receptor de balones
directos o para crear espacios para la llegada de compañeros.
En el Madrid se cedió el dominio total del partido, no ya sólo en
cuanto a iniciativa con la pelota, sino en llevarlo al ritmo y zonas de
juego donde necesitaba. Vivió reflexivo dejando hacer al Bayern en el
medio quien de no haberse encontrando con la intensidad de los centrales
(que firmaron un gran papel), seguro que no habría llegado a la
prórroga.
Por si alguien que ha leído este texto se siente algo decaído, creo
que merece la pena cerrarlo con una frase que dijo Guardiola en la rueda
de prensa post partido:
‘Deporte es ganar y perder’
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