Jugado en 4 de julio


Entre los muchos sentimientos que puede provocar el fútbol y las muchas sensaciones que nos puede dejar, la épica es sin lugar a dudas, una de las más disfrutadas.
Ganar con uno menos, remontando un resultado complicado, lograr un gol clasificatorio en el descuento... pero creo que, sin desmerecer las anteriores situaciones, que un ‘David’ gane a un ‘Goliath’ es de las hazañas más divertidas de ver y, cada vez, eso sí, más frecuentes (esperemos que esto, no le haga perder valor).

soccer_g_us1994_576Y si hay algún lugar donde la heroicidad deportiva tiene un valor extra es en Estados Unidos. No sólo lograr proyectarla de manera mundial multiplicando su valor, sino que la perpetúan más allá de los libros de texto con emotivas versiones cinematográficas con los actores del momento. Todo un ejemplo de merchandising deportivo de primer orden.

El Mundial celebrado en Estados Unidos no podía escaparse a los ojos de los avispados comerciales yankees. No voy a entrar en lo justo o no de la llegada del equipo nacional estadounidense a los octavos de final, pero sólo con ver el calendario se podía apostar a que llegarían a esa ronda ¿por qué? Porque no era descabellada la idea de que un 4 de julio (su fiesta nacional) jugaran contra el máximo candidato y a la postre campeón final, Brasil, en San Francisco (siendo por cierto, el cuarto partido con mejor entrada de todo el torneo).
No era descabellado que Brasil quedara primera del Grupo B sin despeinarse ni que los Estados Unidos fuera uno de los mejores terceros en el Grupo A.

Con este escenario, desde que se supo el cruce hasta el pitido final de aquel caluroso 4 de julio, la maquinaria propagandística se puso en marcha con toda su fuerza. Hasta Europa llegaban unos sonoros ecos de una pregunta que ya por aquel entonces parecía una locura ¿Por qué Estados Unidos no podía ganar a Brasil? Para los tertulianos yankees de la época, la victoria ante los favoritos, transformaría al equipo de Bora Milutinovic en claros aspirantes y ya no tendrían a nadie a quién temer, además, en un 4 de julio y jugando ‘en casa’ la gesta casi se podía palpar.




Pero el fútbol, si bien es cierto que no atiende a lógicas, tampoco se deja regir por designios socio-económicos y Brasil domino el partido con  mucha más solvencia de la que reflejó el pírrico 0-1 final. Si Estados Unidos hubiera sido una pelícual aquel mediodía americano, se hubiera acercado más a ‘El Álamo’ que a ‘Independence Day’. Y mira que incluso para la ocasión, hubieron más ‘bars & stars’ que nunca, pero Brasil fue no quisó ser un invitado a esa fiesta.

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