Por tantos y tantos factores el partido que debía decidir la eliminatoria de Champions entre el BVB y la Juve se presentaba esta semana como el más atractivo para el espectador neutral. Dos equipos con una propuesta admirable en cuanto a querer ser protagonistas, jugadores en un momento dulce de forma y una renta corta con gol fuera de casa, algo que siempre garantiza inyección de fe en quien debe remontar. Un buen cóctel para una noche de Champions.
Hasta el maravilloso tifo de la hinchada de equipo de Dortmund parecía rubricar el plan perfecto.
Todo parecía destinado para regalarnos un partidazo hasta que a los tres minutos un latigazo de Tévez puso a la Juventus por delante y provocó que sensaciones negativas conocidas esta temporada en Bundesliga pero nuevas en cuanto a hablar de torneo europeo inundaran las cabezas de los futbolistas del BVB. Realmente la meta no variaba, debían hacer tres goles para pasar la eliminatoria, pero no iba a ser igual tener que remontar el partido y después la eliminatoria que haber 'golpeado' primero y jugar con la inercia de que el marcador confirmaba el buen hacer.
Tras el 0-1 el Borussia fue poco a poco acumulando posesión, casi al mismo ritmo al que iba viendo cómo los espacios para hacer daño a la Juve desaparecían. Ese repliegue en 4-4-2 con los dos delanteros por detrás de la línea del balón que desde hace un par de campañas se está haciendo tan habitual en equipos que defienden ventajas se ajustaba como un guante al equipo de Allegri. Ni la lesión de Pogba, que empezó queriendo marcar el centro del campo como suyo, sembró duda alguna entre los bianconeri. Cierto que cambió el dibujo con la entrada de Barzagli y quizás, esa variación en la disposición ayudó a la Juve a dar una mejor salida a los balones que recuperaba, que durante muchos minutos fueron balones largos hacia ninguna parte. Cómo mensajes al equipo de Klopp: 'no nos vamos a mover'.
La renta era suficiente como para renunciar a cualquier fallo en el orden y concentración. Pero luego estaba Tévez. El cambio Premier por Serie A no me ilusionó lo más mínimo, parecía una pérdida importante en cuanto a la ambición competitiva de un delantero tan completo, pero su impacto en el ataque del mejor equipo de Italia es súbito: conduce, habilita o finaliza siempre bien y cuando el equipo detecta su estado de gracia, confía en él las posibilidades en ataque del equipo. Ayer, en un partido que cumplió con muchos clichés sobre el fútbol italiano (no tantos con el alemán), el argentino se encargó de reivindicarse de cara al gran público en un partido grande en la competición de más proyección del mundo con dos tantos y un regalo para Morata (otro del que debería escribir con más detalle en breve) con el que en los últimos partidos parece haber conectado.
Hasta pareció que Vidal en su vuelta a Alemania, encontró un nivel más acorde al que le llevó a ser el mejor jugador de la Serie A no hace mucho.
Llevamos algunas temporadas esperando a que la Juve traslade esa autoridad con la que se pasea por Italia a partidos puramente competitivos en alturas relevantes de competición europea. Después del encuentro de anoche, quizás sea esta la temporada en la que den un gran susto a algún teórico favorito.