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Guardiola intervencionista

Fue en marzo de 1998 cuando en el Westfallenstadion se disputó el último partido de vuelta de la Supercopa de Europa ya que desde la siguiente temporada esta final se juega a un único encuentro, normalmente para dar el pistoletazo de salida a la temporada en Europa. Ese último partido lo disputaron el Borussia de Dortmund y el FC Barcelona. 
El BVB venía de ganar la Copa de Europa y con un 2-0 a remontar desde el Camp Nou y jamás estuvo cerca de poner en peligro el título para el equipo en el que debutaba como entrenador Louis Van Gaal.



Aquel partido debió ser la primera visita de Guardiola al campo que visitó el pasado sábado como entrenador del Bayern de Munich, pero no le fue posible acudir a la convocatoria ya que una huelga de bomberos en París no le permitió viajar desde Francia hasta Dortmund para incorporarse a la convocatoria. Pep se encontraba en el país vecino tratándose de una lesión que, finalmente, no le permitió disputar el Mundial de Francia al final de aquella campaña. Celades ocupó su puesto en el once en aquella final y más tarde en la convocatoria de Clemente para la breve participación en la fase final mundialista.

Quince años después de aquel amargo capítulo en su carrera como jugador, Guardiola volvía a tener como rival al BVB. Cierto es que ya se las vio con ellos en la Supercopa alemana con su primer palo serio en forma de derrota y del germen de algunas dudas en torno a si sus ideas iban a ser bien recibidas por un equipo que todavía arrastraba los mecanismos de la temporada anterior. Y seguro que teniendo muy presente aquel encuentro Guardiola preparó uno de los mejores partidos que ha disputado su Bayern en Bundesliga este año, cuanto menos en la reanudación.
Porque el partido desde luego, no tuvo una primera mitad con la el técnico catalán pudiera estar satisfecho: su equipo no era el que imponía el ritmo y las pérdidas en el inicio de la jugada propiciaron suficientes contraataques como para que el equipo de Klopp se hubiera ido con ventaja al descanso sin que nadie se sorprendiera por ello.

En la segunda parte comenzó a tomar decisiones que afectaron al rendimiento de su equipo: Javi Martínez comenzó como centrocampista más adelantado para pasar a la posición de 4, jugar unos minutos de central y acabar el partido en su posición más habitual por delante de la defensa. Con esos movimientos Lahm, su toque personal a este Bayern, también pasó de ser el centrocampista incrustado entre centrales para iniciar la jugada hasta el medio más adelantado hasta terminar como interior derecho con la entrada de Götze. 
Quizás este intercambio de posiciones pueda resultar algo lioso y se podría resumir en el paso de un 4-3-3 a un 4-4-2 tras el primer cambio de Mandzukic por Mario Götze pasada la hora de partido, con un 3-3-1-3 cuando el equipo tenía la pelota. 
Todos estos movimientos en el segundo periodo le permitió pasar de ser un equipo expuesto a otro que tomó el control y llevó el partido hacia donde sus virtudes lo acabaron decantando (quizás en exceso si miramos sólo el marcador) hacia su lado. 



Tenía en mente aprovechar el rato de fin de semana para escribir de otros asuntos pero no sólo la victoria importante del Bayern en Dortmund sino la importancia de las decisiones de Guardiola me han parecido suficientes como para dedicar unas líneas más al 'esfuerzo' del de Santpedor por dejar su marca en los grandes partidos que juegan sus equipos. Cuando se hizo cargo del Bayern, un equipo que venía de ganarlo todo, parecía que por mucho que hiciese no conseguiría mejorar ya no los resultados, sino el juego que había llevado hacia ellos. La opción fácil podía ser la de tocar lo menos posible, ganar la Bundesliga, la Pokal quizas y llegar a semis en Champions. Con este equipo la inercia con la que vienen no lo presentan como algo descabellado.
Pero Guardiola no acudió al banquillo menos complicado de la primera plana europea para vivir del trabajo de otro ni del éxito que le precedía, sino para buscar nuevos retos a corto plazo (como este tipo de partidos) y a largo, si pensamos en pulir el rendimiento de su equipo durante los noventa minutos hacia un dominio de las situaciones que todavía no ha alcanzado. Decide ser intervencionista puro: tomar decisiones relevantes, hacer cambios que hagan honor a este denominación y buscar siempre la forma de sobreponerse a los retos futbolísticos que le plantea un rival. 

Obviamente no tiene una fórmula infalibre y de ahí que dedique tantas horas a pulir a su equipo, conocer al rival y tener sus cinco sentidos focalizados en lo que está viendo en el terreno de juego para poder obrar con velocidad y acierto. No siempre sale, pero cuando lo hace y más si es en un partido de este calibre, luce muchísimo.


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