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Brasil y lo que vino desde Mauro Silva

Anoche Brasil ganó a Uruguay por 2-1 en las semifinales de la Confederaciones. Una victoria en un partido feo, algo tenso y bastante sufrida ante un rival que le conoce bien y que planteó con acierto el encuentro pero no supo rematar la sensación de ansiedad que creo en Belo Horizonte.
Porque desde hace un tiempo Brasil dista del equipo que desprendía fantasía sólo con mentarla. Y no parece que sea por jugadores de talento: desde su figura Neymar hasta su capitán Thiago Silva, la convocatoria cuenta con una nómina de jugadores talentosos que salvan al equipo de Scolari de ser una de las menos brillantes quintas de la verde-amarelha.

Uno no entiende mucho de esto, pero cuenta con la suerte de poder ver bastante y con ello tratar de aprender. ¿Cómo es posible que un equipo con una defensa medianamente fiable y un ataque entre lo mejor del mundo sufra ante equipos que se cierran? ¿O que no puedan meterle un ritmo alto a los partidos para transitar la zona peligrosa del rival con continuidad? La respuesta a estas preguntas me dirigen hacia el centro del campo. Casi una década en la que el equipo brasileño ha vivido entre el trivote y el famoso 'cuadrado mágico' una solución bastante buena para dar cabida a sus talentosos mediaspuntas sin perder equilibrio en el medio del campo con dos jugadores de corte más defensivo y dejar espacio para laterales que dan la profundiad necesaria (aunque previsible al ser constante la subida).
Una solución que nace del problema de no encontrar un mediocentro que dé una salida limpia y que obliga ahora, a que los centrales se animen a subir el balón, con el peligro que eso conlleva, más de la cuenta.



Mauro Silva, aquel maravilloso mediocentro del Deportivo de La Coruña dejó de ser llamado para la selección en 2001. Fue internacional durante diez años ganando el Mundial en 1994 y la Copa América de 1997. Una lesión le apartó del Mundial de 1998 y a partir de ahí hemos visto a los siguientes pivotes en fases finales con Brasil: César Sampaio, 'Dunga', Doriva, Emerson, Edmilson, Gilberto Silva, 'Vamepta', Zé Roberto, Felipe Melo, Josué o Kleberson. Algunos con ciertos matices, como la reconversión que fue sufriendo Zé Roberto desde ser interior zurdo o algún central reubicado como Edmilson sin olvidar alguna promesa incumplida como la del propio Josué. Jugadores que sí, cumplieron a la hora de ser la penúltima línea de defensa pero que se veían sobrepasados cuando había que hacer algo más allá de su zona de manera continúa.
Ojo, no quita que fueran, en su mayoría, grandes futbolistas que tuvieron carreras más que contrastadas, pero el paso de Mauro a la actual dupla formada por Paulinho y Luiz Gustavo ha sido una pequeña travesía por el desierto que ha repercutido en una simplificación del juego de Brasil. Domina con el balón, pero no es rápido con él, gana por que genera ventajas de maneras puntuales (como ayer) y no por crear problemas al rival de una forma tan continua que no pueda solventarlos todo y, parece, que esta depreciación no viene por la falta de talento, sino por la de un jugador completo para el centro del campo y no 'especialistas' que obliguen a partir al equipo.

Con todo esto, parece osado basar el juego irregular de Brasil en la figura del mediocentro, pero llama poderosamente la atención la cantidad de jugadores que han pasado por este puesto desde la retirada de Mauro Silva y que, sin menospreciar a Paulinho y a Luiz Gustavo, no se den más oportunidades a futbolistas que bien podrían asumir la doble función como el reciente fichaje del City, Fernandinho, que ha cumplido a la perfección en ese Shakhtar Donestk que nos enamoró con su juego ofensivo en parte gracias al trabajo  en presión, salida y llegada de este jugador.


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