Imagino que como a tantos de vosotros la aparición de Ronaldinho os marcó. Su fútbol alegre y su progresiva escalada hasta convertirse en el Balón de Oro de 2005 hasta el punto de debatir si entraba en el Olimpo de los más grandes fue un camino de fantasías animadas. Desempolvar regates, maravillar con combas imposible y centrar la atención en cada partido en esperar expectantes qué genialidad iba a regalar.
Un abanico de gestos que, además, solían ser embellecedores de una acción realmente útil para el juego del equipo. Un fantástico futbolista que, lamentablemente, encontró rápidamente saciado su hambre competitiva e inició un descenso desde las alturas por culpa de su poca autexigencia, inaguantable para lo requerido en la primerísima línea del fútbol europeo moderno.
De sus etapas en Milan y Flamengo quedarán otros tantos detalles de técnica exquisita pero no acompañados ni de regularidad ni de éxito colectivo.
Y como el fútbol de Ronaldinho no deja de guiarse por sus impulsos personales, el Mundial de 2014 en el horizonte parece entenderlo como el broche a una carrera irregular en la competitivo pero de una riqueza en cuanto a calidad incuestionable y se prepara para tener la opción de estar como parte activa del equipo anfitrión.
Su fichaje por el Atlético Mineiro para liderar un equipo que quiere volver a aspirar a todo parece un escenario ideal para que el Gaúcho pueda jugar sin presión y, del mismo modo, el equipo se beneficie de un Ronaldinho con una meta.
Anoche, en Libertadores, volvió a dejar una de esas perlitas que nos enloquecieron. Un gol a partir de un toque que sorprendió al portero y que sólo él podía ejecutar con la sencillez que se aprecia en las imágenes.
Alguien que concibe el fútbol como una fiesta, como una celebración y que además tiene el don para tratar el balón como Ronaldinho lo hace y ver el fútbol como pocos en su generación lo ha hecho tiene cabida en la élite. Siempre. Otra cosa será si entre esas cualidades se echa en falta algo más de responsabilidad, más allá del partido, del momento, a la hora de alcanzar un objetivo realmente importante. Creo que a ese Ronaldinho ya le perdimos, pero mientras se lo quiera pasar bien, nosotros lo disfrutaremos.
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