He de comenzar este texto declarándome devoto absoluto e incondicional del fútbol de Juan Román Riquelme. Sé que no es el jugador más completo y que para mostrar sus virtudes en su mejor versión se tienen que dar una serie de situaciones en el campo que no siempre dependen de su equipo. Pero transmite serenidad y liderazgo a través de una elegancia extraña porque no es estética pero si le permite diferenciarse de los demás.
Una vez expuesto esto, uno no puede más que esperar a ver cómo vuelve a Boca. Un futbolista que hace unos meses se declaró 'vacío', cuando quiso decir 'harto' de una relación con la dirigencia y con su entrenador que le desgastaba mucho más que lo que acontece en un partido y que desde entonces, no sólo ha coqueteado con el fútbol brasileño sino que incluso 'ha permitido' que su nombre sea ligado a otros clubes argentino, mientras que una 'Riquelmemanía' corría por las calles adyacentes a La Bombonera dejando claro que Román es algo más que un jugador de fútbol para el equipo xeneize, un icono, héroe popular a partir de la pelota y su actitud intransigente hacia quien no promulgaba con su forma de entender Boca primero y el fútbol después.
Y a esto es a lo que vengo, a preguntarme hasta qué punto deben de ceder los clubes a las peticiones no digo ya de sus estrellas, sino de sus mitos. ¿Tal es la necesidad de cuidar al ídolo de tu hinchada que replanteas todo tu programa deportivo? Ante la crisis en los 'semilleros' ¿hay que alargar la carrera de jugadores de los que ya hemos visto lo mejor? La actitud de Riquelme, a quien una vez llamamos en esta bitácora 'el cacique tranquilo', parece conducir siempre hacia un plebiscito hacia su figura, a crear una situación de tensión cuando no existe una situación, deportiva o del ámbito que sea, que le sea cómoda.
Riquelme, que si ya no está vacío tiene fútbol de sobra para ser determinante en este Boca, debe pensar qué recuerdo quiere dejar y que el club, cuando él no pueda más, debe continuar compitiendo sin dedicar un minuto a echarle de menos, sino a recordar lo gran futbolista que es. Sin nostalgia ni melancolía, sino agradecidos.
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