Lo conocí una mañana de viernes, hace 9 años, en un aula cualquiera de la Facultad de Ciencias Juridico-administrativas de Castellón. Yo entré como siempre despistado a mi clase de Inglés de la Empresa, desorientado tras haberme levantado a las cinco y media de la mañana para coger ese tren que me llevaba de Valencia a Castellón. Y ahí estaba él, en la última fila de clase, mi última fila de clase, con cara de conocer a tan poca gente como yo. Y ahí me dirigí.
Durante los seis meses que coincidí con él, Íñigo se me destapó como un tipo normal, salvo por una peculiaridad: podía vacilar de que Martín Palermo le había lesionado entrenando. Íñigo López Montaña había llegado a Vila-Real cedido por el Atlético de Madrid B, para vivir con su hermano Jorge, jugador del primer equipo que al año siguiente llegó al Valencia. Y durante ese año me enteré de lo duro que era ser un futbolista sin rumbo fijo, por el que equipos como el Bilbao se interesaban por su ascendencia navarra, pero con una vida de veinteañero difícil de ignorar.
El año pasado, tras una pérdida de contacto lógica por los cambios de residencia y de móviles y el paso del tiempo, me lo encontré en un diario a propósito de la promoción de ascenso a segunda división que finalmente no reportó el éxito esperado al Alcorcón. Pero ayer, volví a saber de ese buen tipo y currante del fútbol llamado Íñigo López. Y entonces me alegré porque ese tipo es cualquiera de nosotros.
Que te vaya igual o más bonito.
JM Martín
4 Comentarios
Un saludo!
Saludos
Si yo estuviera en forma sí que estaba para sentar cátedra en el Calderón, todo sea dicho
Saludos
PD: Tío, la paternidad me toca para el 20-23 de noviembre, cuando leí lo tuyo pensé que era noviembre EPIC FAIL!