Para esta noche nos tocaba el partido "duelo de ajedrez". Dos equipos ingleses que cuentan con tanta fama en el césped como en los banquillos, el Liverpool, que ha vuelto por donde solía de la mano de un metódico del fútbol (estoy enamorado de su manera de trabajar) como Rafa Benítez, y el Chelsea, que cuenta como técnico al Helenio Herrera del siglo XXI, José Mourinho.
Chelsea vs. Liverpool
¿Cómo plantear un partido entre dos equipos, dos entrenadores, dos estilos, que se parecen y conocen tanto? Esta supongo que era la gran duda de los amantes del fútbol.
Y este primer asalto se lo llevaron los blues, una vez más gracias, entre otras cosas, a la capicidad de sorprender de Mourinho.
El entrenador luso planteó el partido como si fuera de la vuelta, escarmentado del último cruce en Liga de Campeones de ambos equipos, y decidió que el Chelsea, eso sí a su manera, fuera al ataque desde el principio.
Un ataque tras otro fruto del empuje y variando la finalización, para desconcertar a los reds, un disparo a bocajarro de Lampard, una rápida jugada de banda de Cole que no llegó a finalizar Drogba, una falta al borde de la frontal que de nuevo Lampard no concretó... hasta que en una contra de libro, de las que Mourinho sabe tanto, Cole finalizó una jugada llena de fuerza y potencia de Drogba.
Primer zarpazo del Chelsea a un Liverpool que parecía un motor viejo, que sabemos que funciona pero que le cuesta arrancar. El Chelsea, sabedor del desconcierto del Liverpool, siguió apretando pero sin acierto. Y con el partido así llegaron al descanso.
A la salida de vestuarios pareció que algo muy serio tuvo que decir Benítez a sus jugadores para que no se fueran con un resultado casi decisivo a Anfield y los reds salieron con otra cara, como si las conexiones funcionara otra vez.
Gerrard, como no, se encargaba de tirar de su equipo con el empuje que le caracteriza y parecía que el Liverpool se asemejaba más al que todos conocemos, muy insistente en la presión y directo en el juego.
Con todo esto y tres ocasiones en cinco minutos, llegó la de Gerrard,una volea que todo el mundo vio como gol hasta que Cech decidió que no era el momento.
Ajeno al coraje de su rival, el Chelsea pensó vivir la segunda parte como Benítez pensó que sería la primera, esperar, esperar y esperar hasta que en una contra le diera el bocado mortal.
Y parecía posible viendo como un solo hombre, Drogba, era capaz de ganar todos los balones a los que sus compañeros confiaran en que tan solo pudiera disputarlos. Un delantero que da la alternativa a sus compañeros de esta manera es todo un tesoro.
Al final el tiempo pasó con algo menos de intensidad que en la primera mitad (Mourinho se encargó de plantear así la segunda parte) y el partido concluyo con la mínima pero importante ventaja del Chelsea sobre el Liverpool.
Todo se decidirá en uno de los campos más mágicos que existen, Anfield Road.
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