Estoy convencido de que el espectáculo dantesco que se vio ayer en el
Bernabéu fue fruto de la acumulación de ‘clásicos’ con la guinda de las
ruedas de prensa previa. Alguien me dirá que los equipos se estudiaban
para dar el zarpazo al partido, pero a mi me dio la sensación de que lo
que veíamos anoche era el mecanismo de una bomba de relojería a la
espera de su activación.
Pepe
fue quien lo hizo. Bueno, junto a Stark, el árbitro que le expulsó. El
brasileño es un jugador que me gusta como central pero como mediocentro
no tengo claro si es un invento, un parche o un acierto, depende del
partido. Si bien en la final de Copa fue un acierto y en San Mamés un
parche, ayer le tocó ser invento. Me dio la sensación de que confundía
el ímpetu con una pasada de revoluciones y con el balón en los pies
condicionó mucho la salida a la contra de su equipo.
Acostumbrado a los arbitrajes de la Liga, su expulsión me parece algo
exagerada, pero estoy seguro (aunque esto sea jugar a la hipótesis,
algo que siempre critico) de que no hubiera acabado el partido.
Su salida, innegablemente, cambia el escenario. Hay espacios en el medio y el Barça los aprovecha.
Y luego estuvo Afellay. Me veo en la obligación de mencionarle antes que a Messi ya que un tweet mío con su entrada fue mal interpretado.
El holandés acaba de llegar y está teniendo pocos minutos, aunque en
estas últimas semanas su participación y rendimiento están mejorando.
Celebré su entrada porque, al ser el último en llegar, era el que
debía estar más ‘limpio’ de todo lo que se venía arrastrando, el que
menos sabía de qué iba toda la historia de fuera del campo. Viendo lo
que se estaba viendo en el campo, si apostaba por hacer su juego, seguro
que su equipo y el espectador culé/imparcial agradecería su ingreso.
Y creo que así fue.
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