Anoche estuve, como es habitual, en las gradas del Ciutat de València
para ver el derby valenciano más igualado de la historia. El
espectacular inicio del Levante junto al habitual rendimiento que ofrece
el Valencia convertía a este choque en uno de los más interesantes a
los que voy a tener acceso este fin de semana.
Y como suelo hacer en el blog, os voy a dejar cinco puntos que me
parecieron fundamentales para el resultado final, donde al final no hubo
tanta igualdad como esperaba.
Sin bandas para el Levante: Alba y Mathieu suele ser
la propuesta de Unai Emery para los grandes partidos. No sé si el
técnico del Valencia tenía mucho respeto al Levante o sabía que dándole
tanto poder a esa banda izquierda anularía a Valdo y limitaría las
subidas de Javi Venta. Kone y sobre todo Aranda al final buscaron hacer
daño por ahí con más acierto que sus compañeros, pero claro, a cambio de
quitar referencias en el medio.
Por la derecha Feghouli, en un buen estado de forma, daba también
problemas, pero la baja de Bruno por lesión hizo que Juanlu, Barkero y
Juanfran pudiera buscar en más ocasiones y con algo más de peligro esa
zona, pero Rami fue un muro.
El Levante si bandas con las proyectar las contras fue un equipo vulgar.
Se hundió el doble pivote granota: Junto al nivel
defensivo, el rendimiento y compenetración de Torres e Iborra estaba
siendo clave en el juego azulgrana. El Valencia usó mucho el juego en
largo, tanto en balón directo como en cambios de orientación que siempre
sorteaban la zona de de robo y salida rápida del Levante. Con Costa,
Albelda y la ayuda de algún delantero u hombre de banda había siempre
superioridad para ganar la segunda jugada. En la recta final del partido
se cambió de un 4-2-3-1 a un 4-4-2 con Farinós y Torres en el medio
junto al bajón del Valencia el equipo pudo hacer algo más en ataque,
pero ya era muy tarde.
Sufrir sin balón: El Levante siempre ha tenido menos
posesión que sus rivales este año mientras que el Valencia suele llevar
la iniciativa con la pelota. Así, el patrón del partido estaba claro,
salvo que las poseisones del Levante fueron más cortas y poco útiles. El
Valencia fue vertical, pero sobre todo aplicado en la recuperación
durante la primera hora de partido y ahí fue donde decidió el partido.
Tras esos sesenta minutos, no sé si fue por el esfuerzo intersemanal o
por la incapacidad de hacer un partido de noventa minutos al máximo
nivel pero al final perdió el mando y el balón, sufriendo ante un
Levante de juego tan simple como impetuoso.
Pocas ocasiones, errores que se castigan: Un autogol
y una cantada del portero fueron las causas directas de los goles.
Salvo eso podría contar las ocasiones claras con los dedos de una mano.
Obviamente no todos los partidos tienen que ser una orgía de goles o un
festival de ocasiones y así se da buena cuenta de que ambos entrenadores
había preparado el partido a conciencia. Mientras que Guaita, Rami y
Ruiz estuvieron a un gran nivel, Munúa se comió un gol, Ballesteros cayó
en todas las trampas de Soldado y Nano quiso estar en todas partes pero
llegó con urgencia a todas.
Dureza sin motivo: El Levante empezó el partido
demasiado tenso, como queriendo marcar el territorio casi desde el
inicio del partido. Ya no sólo por conceder demasiadas faltas, sino por
que ese ritmo tan entrecortado le hizo más mal que al Valencia, que sí
finalizó sus ataques. Además esa tensión se contagió al ánimo del
equipo, que se tradujo en discusiones entre jugadores y muchas,
muchísimas descoordinaciones que no habían sido habituales hasta la
fecha.
En resumen, el Valencia planteó y ejecutó mucho mejor el partido que
el Levante, pero le faltó un poco de fondo para dominar el partido de
inicio a finl (aunque no le llegar a hacer falta). Mientras, Martínez sí
que quiso hacer cambios que si bien surtieron efecto en cuanto el
equipo mejoró ligeramente, uno salió con la sensación de que lo hizo
tarde.
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