En estos días está circulando partes de la participación en vídeo de Marcelo Bielsa en un acto de la campaña de Arechabaleta por la presidencia del Athletic Club.
En ella, quizás lo que más se ha comentado es en ella cantidad de partidos que el técnico argentino ha visto del primer equipo, del filial y de los juveniles; los cortes de jugadores y sus análisis sobre los partidos bajo la dirección de Marcelino García Toral. Esto, desde luego, no es común entre los entrenadores, más en la élite, donde esa parte del trabajo se reparte entre otros integrantes del staff ni entre los que están al frente de equipos con menos recursos técnicos o humanos, y son los detalles que hicieron que el rosarino sea conocido como ‘el Loco’.
He visto mucho fútbol en mi vida y es innegable que, con el tiempo, aprendes a detectar mecanismos de equipos y tendencias de jugadores. Desde hace unos años, comencé a trabajar en un club y, parte de la faena, era estudiar a los rivales. Empecé en una categoría con acceso a los partidos de los rivales y lo que empezó como encargos de cosas concretas (actuaciones de jugadores propios, jugadores rivales con posibilidad de incorporar en el futuro) acabó convirtiéndose en, permitidme que lo diga, una parte de mi labor con bastante valor para el trabajo de la semana.
Hay quienes han criticado esa parte del trabajo de Bielsa por la poca repercusión que tiene en sus éxitos (?) como entrenador. ¿Os imagináis que con ese estudio obsesivo se resolvieran los problemas de un entrenador? Saber cómo planificar las sesiones, cómo hacer daño al rival, cómo protegerse de sus aspectos más dañino y qué fácil sería la dirección de campo en los partidos. Sin embargo este deporte sigue fluyendo por una cantidad de caminos que ni el cuerpo técnico más preparado y con más recursos son capaces de abarcar de forma infalible. Lo que lo convierte en el deporte más maravilloso.
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