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No era la mejor oportunidad para el Friburgo de cara a obtener la clasificación para la próxima edición de la Europa League visitar el Allianz Arena. A pesar de que el Bayern ya había cumplido con sus deberes en el torneo local, no era ocasión para despistarse o relajar su tensión competitiva si querían rendir un merecido homenaje a dos de sus jugadores que iban a disputar sus últimos minutos con el campeón: Philipp Lahm y Xabi Alonso, perfiles de leyendas muy diferentes pero de idéntico calado entre los hinchas del Bayern.

Para los locales, el trámite de cerrar el encuentro con victoria se cumplió sin problemas. Como si el partido fuera la excusa, el nudo que enlazara el homenaje inicial (también participó Starke, siempre a la sombra pero siempre efectivo) en el que se rendían honores a los dos protagonistas del día y la posterior celebración de un nuevo título liguero.



Lahm siempre desprendió sensación de tipo inteligente, sobre el campo, adaptándose a diferentes posiciones, destacando en los últimos coletazos del fútbol físico en Alemania y siendo uno de los protagonistas en el camino del gran cambio que ha vivido el fútbol germano desde el subcampeonato de 2002 hasta el título de 2014. Ese fue el último de los más de cien encuentros que disputó con la Mannschaft. Eligió irse, no dejar de ser llamado y lo pudo hacer como campeón del mundo, lo máximo dentro de la profesión, como si el fútbol, tantas veces cruel, le hubiera querido premiar de tal forma.
Por el camino de 15 años en los que ha participado en el fútbol de élite ha acumulado un buen puñado de títulos con el Bayern (además de formar parte del último buen Stuttgart) y permanecido siempre como bastión de uno de los mejores equipos del mundo en diferentes etapas, con diferentes entrenadores y peleando siempre hasta el final, temporada tras temporada, por los títulos. 

En un un costado, en el otro y en aquel periodo como centrocampista, Lahm demostró no ser sólo un rápido lateral con una técnica correcta, sino también un jugador de una tremenda lectura táctica que facilitó la asimilación del juego del equipo a los nuevos y marcó el ritmo de sus compañeros a través de su entendimiento de su altura posicional y su interpretación de las subidas que debía hacer como lateral o los espacios a ocupar como interior.
Un líder, más tarde capitán, hecho desde la regularidad, el trabajo y la inteligencia. 



Cualidades a los que no le va a la zaga Xabi Alonso. El tolosarra llegó a Munich sin necesidad de demostrar nada, habiendo sido campeón de todo y con unas cualidades muy marcadas en su juego siendo uno de los mediocentros más completos de su generación: iniciaba como un '4', defendía como un '5' y atacaba como un '6'.
Al igual de Lahm, también vivió con un papel importante el paso de una etapa indefinida de su selección hacia una 100% reconocible aunque no tuvo la suerte de cerrar esa etapa desde un episodio exitoso.
Su carrera es la propia de un futbolista con inquietudes por mejorar su juego a todos los niveles. Se hizo grande en casa y disputó los mejores torneos con los mejores equipos. Todo aderezado de haber sido dirigido y 'mejorado' por algunos de los técnicos más reputados del momento. Le probaron en varias posiciones dentro de 'la sala de máquinas' y en todas ellas supo imponer su sello al servicio del equipo.

En sólo tres temporadas en el Bayern ha demostrado que era muy cierto aquello de que salía del Madrid para seguir compitiendo al máximo nivel y a pesar de no haber llegado al hito de una tercera Champions con un tercer equipo diferente, su rendimiento y estilo sobre el campo le hicieron ganar rápidamente un hueco en la lista de leyendas del club bávaro.

Ayer se puso fin a dos carreras que durante mucho tiempo se desarrollaron a miles de kilómetros de distancia y que sólo en los últimos años convergieron en un equipo que no pudo alcanzar el éxito en forma de títulos europeos, quedando muy cerca de ello. Pero ese periodo nos permitió descubrir cuantas semejanzas pueden existir entre dos jugadores de posiciones y cualidades principales tan diferentes pero que sí poseían una de las más importantes, hacer mejor a sus compañeros mediante su juego con y sin balón.