Por Montse García
El fútbol es un don que se lleva en la sangre. En el caso de Perotti, también va unido a su nombre. LLamarse Diego, en honor al astro argentino, fue un homenaje de su padre al que fuera su compañero en Boca Juniors en los ochenta.
'El monito' siempre supo que su destino estaría ligado al fútbol. Desde temprana edad su vida giraba en torno al balón. Aunque su padre ya se había retirado de los terrenos de juego cuando nació, le enseñó el sentimiento por este deporte. A la vez que le tatuaba a fuego lento que sólo mediante el trabajo duro podría hacerse un hueco. Siendo un niño perteneció a las categorías inferiores de Boca Juniors donde no recibió buen trato. Su aspecto frágil y delicado no encajaba dentro de lo que buscaban sus entrenadores. Siempre estuvo relegado a un segundo plano, sin disputar minutos en los partidos que le permitiesen adquirir experiencia. Tras dos años en esta situación se preguntó qué camino debía tomar. Por un lado, deseaba continuar en el club que tantas alegrías le había aportado a su família, aumentar la tradición que iniciara su progenitor en la delantera junto a Maradona. Por otro, empezar de cero su nuevo horizonte. La línea que separaba ambos destinos era tenue y pasaba por una tercera opción que lo alejaba definitivamente del fútbol profesional.
Finalmente, y tras un año centrado en sus estudios, pasó las pruebas del Deportivo Morón, un segunda B del fútbol argentino. Allí recuperó las ganas de luchar y descubrió un nuevo ambiente en el que sus cualidades eran reconocidas y valoradas por sus entrenadores. Primero se adaptó a la cantera para obtener su sitio en el primer equipo durante una temporada y sería entonces cuando el Sevilla FC se pusiera en contacto con él para traerlo a España. No se lo pensó dos veces y abandonó su país para fichar por los andaluces. Tenía ofertas del Atalanta italiano pero prefirió incorporarse al equipo hispalense en julio de 2007 y habiendo costado 200.000 euros. Atrás quedaban los años marginados sin jugar. A las órdenes de Manolo Jiménez en el Sevilla Atlético, se esforzó por mejorar su físico. El técnico trabajó codo con codo con él para explotar las cualidades que lo diferenciaban del resto. Tan sólo había que fortalecer su cuerpo dotándolo de masa muscular y algunos kilos que le proporcionaran la potencia en las confrontaciones.
Desde el primer momento se adaptó al equipo con naturalidad a pesar de su timidez. Gran parte de ello fue gracias al apoyo que recibió del resto de argentinos de la plantilla. Acosta, Armenteros, Fazio y Duscher le endulzaron su llegada. De hecho, el citado Armenteros lo acogió en su casa, haciendo las veces de hermano mayor junto a su esposa. Demostró que era un luchador nato con carácter de genio. La destreza, velocidad con el balón y su capacidad de desborde hacían que, junto a su regate, se convirtiera en un jugador diferente al resto.
De ahí que año y medio después de desembarcar en el club debutara en el primer equipo, gracias a la oportunidad que le brindó Jiménez, conductor de la primera plantilla. Siempre confió en él y supo darle el lugar que le correspondía, sabía todo lo que había sufrido para llegar hasta ahí. Su desparpajo le llevaba a moverse con picardía entre líneas como segunda punta y en la banda izquierda, a pesar de ser diestro. Destaca su habilidad para centrar con precisión con ambas piernas, colocando balones al área que suelen culminar en gol. No requiere de demasiado espacio para acuchillar a los rivales con su regate, saliendo victorioso del uno contra uno en la mayoría de las ocasiones. Su punto fuerte, es la perseverancia. Nunca se da por vencido y sobre el césped demuestra que no se deja vencer con facilidad. Para acabar siendo una estrella, necesita sumar más goles. De momento los que ha conseguido han sido importantes para su equipo. Debe continuar mejorando esta capacidad que acabará explotando para convertirlo en un futbolista completo.
Le ha costado mucho llegar a donde está. Quizás en su corazón siempre lleve presente la posibilidad de haber jugado, como su padre, en la Bombonera para ser aclamado por el público argentino. Al otro lado del charco, ya se ha llevado alguna ovación en la otra Bombonera, la de Nervión.
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