Invitados inesperados

Estoy viendo la final de la Copa del Rey entre el Valencia (que actúa como local) y el Getafe. La verdad es que ver todo lo que se ha ido escribiendo y diciendo en torno a este partido y como se ha desarrollado hasta ahora me recuerda a muchas cosas que he podido ver en un buen puñado de finales que he visto en mi vida.

De forma instintiva siempre se otorga un papel de favorito al que mejor juego practica o, en el caso de una final entre equipos divergentes en cuanto a palmarés o historia, al "grande" que debe hacer pesar su experiencia. En los últimos años hemos visto finales muy definidas en las que el resultado final poco tenía que ver con lo que los "expertos" nos explicaban.

Quién no recuerda al Olympique de Marsella (un grandísimo equipo el que aquel año) ganarle una Copa de Europa al Milan en los últimos partidos de lo que quedaba de aquel gran equipo rossonero que ideó Sacchi. O cómo el propio Milan humilló al Dream Team unos pocos años más tarde, cuando todo el mundo apostaba por los culés. Y qué me decís de las finales ante Borussia y Madrid que perdió la Juve, cuando había demostrado que era un rodillo durante todo el torneo.
También me acuerdo de aquella perfecta interpretación de la contra que era el Valencia de Ranieri que hincó la rodilla ante el Real Madrid cuando nadie daba un duro (aún había pesetas) por los blancos. Preguntad en Barcelona por alguna explicación a lo que se encontró en Mónaco cuando el Sevilla le pintó la cara no hace mucho.

Y es que una final es un partido a parte. Poco tiene que ver lo que hayan hecho los finalistas hasta entonces porque entran en juego una serie de factores incontrolables.
Un equipo que se sabe superior a su rival puede sufrir un engarrotamiento serio y ver como todo su sistema se bloquea, o puede bajar la intensidad demostrada durante todo el año debido a haber subestimado a su oponente. Hay veces en que no asimila el papel y juega temeroso con el freno de mano echado, temiendo un batacazo.

En cambio se dan casos en los que los equipos que llegan como un cerdo con la manzana en la boca, la escupen y gritan "aquí estoy". Suelen ser fruto, a mi humilde entender, de un gran trabajo psicológico: llegan sin ninguna presión, todo el mundo les da como perdedores por lo que dejan de temer a la derrota y su juego cobra mucha soltura o son concienciados de que todo el mundo les ve como víctimas (aunque luego de cara al público asuman con naturalidad ese papel) y la labor de motivación se centra en "picar" al jugador a que demuestre su potencial, a que de un golpe en la mesa. Esto provoca que el jugador salga a tope desde el primer minuto y suele crear un efecto sorpresa ante el otro finalista.

Un entrenador que conocía mucho del trabajo de la motivación siempre me pareció Jabo Irureta. Recuerdo en una ocasión, cuando con motivo del "Centenariazo" (aquella final de Copa que el Depor ganó en el Bernabeu ante el Madrid en el año del centenario blanco) concedió una entrevista a la televisión que deseaba conocer los secretos de la preparación para aquel partido:

"Expliqué a los jugadores que la final era una fiesta: el Madrid era el homejaneado, el Bernabeu la sala de la fiesta y la Copa el regalo. Nosotros éramos unos invitados. Como buen visitante debíamos tratar con educación y agasajar al anfitrión. Tras esto, les dije que todo esto estaría muy bien si no se tratara de un partido de fútbol, así que les dije, como siempre, que en este partido debían entregarse al 100% y que sólo así podríamos estar en disposición de ganar"

Y eso hizo el Depor. Jugó un grandísimo partido, tan bueno que nadie lo esperaba. Y como nadie se lo esperaba nadie supo como pararlo. Así se llevó la final y la Copa.

Por todo esto y más cosas que me dejó en el teclado, suelo huir de pronósticos o explicaciones de cómo me imagino que va a ser una final, es imposible saber lo que pasa por la cabeza de un jugador cuando se encuentra a las puertas de disputar un final.
A veces el campeón no ha sido el mejor, pero sí el que ha sabido preparar un partido en el que no hay red que proteja la caída.

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